Olor a azahar recorría en las casetas, la gente entraba paulatinamente, se podía escuchar el susurro entre los arboles. Carmen se ponía su traje rociero rojo y blanco, con un mantón de manila, su cabello moreno acababa en un moño recogido por un clavel rojo.
Sentada en la mesa tomando un vino blanco, pensaba en el roció, otro año viendo pasar a miles de personas, caras distintas y historias que contar.
Se levanto hacia la cortina de la tienda y vio pasar a sultán, su caballo favorito. Engalanado como un señor. Encima de su lomo iba Juan su amor platónico, siempre tenía una sonrisa para ella. Tuvieron un cruce de miradas y Carmen le tiro un beso con dulzura.
A medida que se acercaba la tarde el bullicio era mayor, sonaban las guitarras con voces de canto. Carmen había estado ensayando durante días para su baile en el tablao. Su corazón palpitaba, le sudaban las manos, ardía su pecho.
Su padre Don Aurelio era muy conocido en el pueblo por ser un importante ganadero. Puso sus manos aviejadas sobre los hombros de Carmen y le deseo buena suerte. Ella le cogió una mano y le dio las gracias por estar allí.
Llego la noche, la gente empezó a sentarse en sillas de madera talladas con flores en el respaldo. Con gran elegancia subió los dos escalones al tablado. Le acompañaban dos hombres vestidos con trajes grises con una banda roja sobre la cintura, con sombreros alargados y portando una guitarra apunto de cantar.
El ambiente empezó a cargarse, el humo de los cigarros nublaban la visión de los que se sentaban atrás. Las guitarras empezaron a tocar y ella nerviosa se coloco el mantón, beso su cruz dorada que portaba en el cuello y se dispuso a bailar. Pero esta vez para la gente que la quería.
Una vez acabo su actuación se secaba el sudor con un trapo bordado con sus iníciales. Muchos amigos que fueron a verla, la felicitaban por su gran actuación. Ella miro a todos los presentes, intentado ver si veía a su querido Juan, no lo vio por mucho que buscara con la mirada. Salió a tomar el aire, la noche empezaba a refrescar, su cuerpo se estremeció, pensó en volver a dentro para coger el mantón. En ese momento Juan le puso su abrigo encima de los hombros y le susurro algo al oído que la hizo sonreír, la cogió levemente la mano y se fueron a caminar hacia fuera de la feria.
Carmen era una chica de veintidós años que hablaba poco y escuchaba mucho. Oía cada palabra que salía de los labios de Juan, como de un poeta se tratase. Él le pregunto por la salud de su padre, ella muy amable le respondió que ya se encontraba mejor, su corazón es de toro, ambos rieron con el símil. Pasaron por un puesto lleno de flores, el gentilmente le compro una rosa que la entusiasmo, y cuando le miro a los ojos tenía un tulipán entre sus manos. El corazón le palpitaba con fuerza, ella le empezó amar profundamente. Su paseo acabo en el puente despidiendo la noche con un profundo beso al paso de las carrozas de caballos.
El sol penetraba entre las rendijas de la persiana despertándola, se levanto con sueño, agito su pelo fuertemente, giro la cabeza hacia el otro lado de la cama, pero Juan no estaba allí. La decepción se apodero de ella, se volvió a acostar y entonces fue cuando vio una nota debajo de la almohada, con agilidad fue a cogerla y la abrió con impaciencia, la leyó sin perder ninguna letra. Empezaron a caerle lagrimas por las mejillas, en la nota solo ponía un triste adiós.La vida fue transcurriendo y él se fue de su mente, siguió con su gran sueño que era bailar en el Teatro Real de Madrid. Una vez cumplido sus objetivos ya estaba preparada para cualquier reto que se le presentara, el amor llegaría cuando menos lo esperara, este sería tan bueno como su arte en el escenario
"Llevaba la bolsa vacía pero siempre que entraba la mano en ella, era capaz de extraer la magia de las palabras para regalársela a todo aquel que las quería. Escribía por las noches, robándole horas al tiempo al sueño y a él mismo. Un día al entrar la mano descubrió con incredulidad que no podía sacar más palabras. Y lo peor era que necesitaba con urgencia las palabras, silencio, mañana, beso, mar y cielo. Esas por no citar otras de menor importancia para el escrito: Dos adjetivos, un adverbio, un verbo auxiliar, uno reflexivo. Que espanto."
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