Aquella mujer le daba miedo. No podía decir porqué. Tal vez sus ojos, que miraban como desde el otro lado de la realidad; sus labios apretados, sin sonrisa; sus mejillas, pálidas y descolgadas; tal vez fuera el conjunto entero.
Por suerte, sólo la veía de vez en cuando: alguna que otra mañana se cruzaba con ella en el cuarto de baño. No recordaba haberla visto en ningún otro lugar de la residencia, ni en el salón común, ni en el comedor, ni en el jardín, ni siquiera en las aulas para los talleres.
Esa mañana, nada más despertar, tuvo la certeza de que se la encontraría de nuevo y un escalofrío la recorrió de arriba abajo. Se levantó despacio, con la mirada fija en la entrada del baño, se enchancletó las zapatillas y se encaminó hacia la puerta. Entró mientras pulsaba el interruptor de la luz. Nada más dar el primer paso aquella imagen tan temida avanzó hacia ella. Cuando la tuvo suficientemente cerca la otra levantó el brazo y le lanzó un vaso a la cara. Apenas tuvo tiempo de agacharse.Unos minutos más tarde una de las auxiliares la encontró acurrucada en el suelo, con las manos ensangrentadas por los cortes del vaso que se había hecho añicos al chocar contra el cristal del lavabo.
"Llevaba la bolsa vacía pero siempre que entraba la mano en ella, era capaz de extraer la magia de las palabras para regalársela a todo aquel que las quería. Escribía por las noches, robándole horas al tiempo al sueño y a él mismo. Un día al entrar la mano descubrió con incredulidad que no podía sacar más palabras. Y lo peor era que necesitaba con urgencia las palabras, silencio, mañana, beso, mar y cielo. Esas por no citar otras de menor importancia para el escrito: Dos adjetivos, un adverbio, un verbo auxiliar, uno reflexivo. Que espanto."
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Muy bueno Pilar.
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