"Llevaba la bolsa vacía pero siempre que entraba la mano en ella, era capaz de extraer la magia de las palabras para regalársela a todo aquel que las quería. Escribía por las noches, robándole horas al tiempo al sueño y a él mismo. Un día al entrar la mano descubrió con incredulidad que no podía sacar más palabras. Y lo peor era que necesitaba con urgencia las palabras, silencio, mañana, beso, mar y cielo. Esas por no citar otras de menor importancia para el escrito: Dos adjetivos, un adverbio, un verbo auxiliar, uno reflexivo. Que espanto."

domingo, 22 de febrero de 2009

(4) PUNTAS DE BALLET por F. Mesa

En un rincón del vestuario, junto a una taquilla metálica, endeble, la más próxima a la papelera, habían dejado unas puntas de ballet. No las habían arrojado dentro, estaban colocadas en perfecto orden, con la malla, el tutú blanco y una toalla limpia. La taquilla abierta y vacía parecía a la esperar a la bailarina ausente.
Una Terpsícore cualquiera se había despojado con todo el mimo, de su segunda piel. Había realizado las últimas piruetas, giros y cabriolas. En aquellas puntas y tutú había dejado las lágrimas de Giselle, el amor de Hilarión, el tierno galanteo de Loys, la pena de Candela y su amor por Carmelo, el amor imposible de Odette. Las más sublimes pasiones humanas plasmadas en gestos con su cuerpo, sus brazos y sus piernas, cinceladas por la música, amasadas por su amor a la danza. La ternura debía buscar otros cuerpos para inundar el aire de los teatros, los cielos del mundo, los sueños del género humano.
Pero no habían sido arrojados, permanecían allí, en el vestuario de una academia desde donde podía verse la barra fija, lugar de tantos sacrificios, esperando otros sueños, otros brazos y piernas capaces de cargar con ellos y trasladar sentimientos eternos a generaciones nuevas. Para ella el telón no había caído, igual que antes la esperaba, ahora esperaba sus órdenes en voz baja, como una parte de la melodía de la Obertura.

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