Vamos niña, seca esas lágrimas. Te voy a contar una historia que a mí me contó mi madre cuando era pequeñita como tú: es el eterno secreto para hallar la felicidad, pero sólo funciona cumpliendo unas reglas; si te comprometes a respetarlas, nunca más volverás a estar triste. Parte del misterio consiste en que sólo puedes contárselo a una persona a lo largo de vida.
El conjuro es así:
Beber un vaso de agua antes de acostarte, por la mañana tu cuerpo se levantará fresco como una flor, rezumando azúcar.
Al peinarte, los duendes malos que andorrean por la noche, entretenidos en esconder tus lápices de colores y desnudar tus muñecos, se irán corriendo a molestar a los cerdos del corral, ¿no les oyes gruñir continuamente?. Si cantaran como debes hacer tú, en lugar de callar y mirar, estos diablillos volarían lejos, hacia el bosque feo de los que cuentos que terminan mal y los escritores no volverían a soltarlos.
Ven, dame un beso, ¿no sientes cosquillas?, mira cómo bailan mis labios, son los pellizcos que reparte la sal de la piel.
Respira profundo Marina, llena los pulmones del perfume que desprende mamá cuando te acaricia. Ese aroma es la seguridad que da el amor. Graba ese olor en tu cabecita, verás como mientras perdure en tu memoria, nunca más volverás a sentir ese dolor que los mayores llamamos tristeza.